Nuestra salud está la mayoría de veces en nuestras manos. Sólo
puntualmente depende de la actuación de médicos y demás profesionales
sanitarios en los momentos críticos de enfermedad. Durante el resto del
tiempo, nuestras propias prácticas cotidianas resultan esenciales y
decisivas en la salud a largo plazo. El ejemplo más conocido es la
famosa triada de dieta equilibrada, ejercicio físico y nada de
tabaco/alcohol con la noble finalidad de prevenir enfermedades.
Desafortunadamente,
no todas las prácticas de salud que se realizan en España se hacen de
forma correcta y abundan muchos mitos y creencias erróneas que, lejos de
beneficiar a la salud, pueden ser perjudiciales para ella. ¿Quiere
saber cuáles son esas prácticas de salud erróneas tan comunes en España?
1. Alzar la cabeza durante una hemorragia nasal
Las hemorragias nasales o
epistaxis son muy frecuentes y es bastante probable que en algún
momento de nuestra vida tengamos que ayudar a alguien que sangra por la
nariz. Ya sea por un golpe fuerte en el tabique nasal o por otras
circunstancias que alteran su mucosa (como sinusitis, resfriados,
alergias, etc), la persona comienza a sangrar.
La primera
recomendación universal es tapar la nariz para tratar de detener la
hemorragia. La actuación ideal para conseguir esto es apretar suavemente
con los dedos la parte blanda de la nariz para obstruir las fosas
nasales durante varios minutos (entre 5 y 20 minutos) y así detener la
hemorragia mientras se respira por la boca. A diferencia de lo que dice
la cultura popular, la utilización de gasas o pañuelos como tapones no
está aconsejada, en un primer momento, si con los dedos se puede
solucionar. ¿La razón? Insertar una gasa o pañuelo en la nariz puede
irritar aún más la zona de la hemorragia o volver a provocarla tras su
retirada.
Mientras la persona
presiona la nariz para detener la hemorragia, mucha gente en España
recomiendan alzar la cabeza. Craso error (como relato en 10 mitos peligrosos e inútiles sobre primeros auxilios).
Al alzar la cabeza se está facilitando que la sangre vaya hacia las
vías respiratoria o digestiva, haciendo más probable que la sangre se
trague (aumentando así el riesgo de náuseas y vómitos) o, incluso, que
pueda pasar a las vías respiratorias (algo muy peligroso si la persona
no estuviera consciente). Por todo ello, lo que debe hacerse es
inclinar
a la persona hacia adelante y hacia abajo para procurar que la sangre
de la nariz salga hacia las fosas nasales y no hacia las vías
respiratoria y digestiva.
Referencia científica:
Manejo de la epistaxis
2. Emplear ibuprofeno de 600 mg para el dolor leve-moderado
El ibuprofeno
es uno de los mejores medicamentos de andar por casa para tratar el
dolor leve-moderado (especialmente si va acompañado de inflamación, como
suele ocurrir a menudo en el dolor de muelas o en el dolor por algún
golpe en una extremidad).
Sin embargo, en España tenemos una muy
mala costumbre que no ocurre en la mayoría de los países occidentales:
empleamos pastillas con dosis de 600 mg con demasiada alegría y
desparpajo. ¿Y cuál es el problema? Pues que está más que comprobado que
para tratar el dolor leve-moderado una dosis de 400 miligramos cada 8 horas es más que suficiente.
A esa dosis es dónde este fármaco muestra mayor eficacia con el menor
riesgo de efectos adversos. Todo lo que sea una dosis superior es añadir
más riesgo (cardiovascular y gastrointestinal) y poco o nada beneficio.
Como alertaba la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria,
se estima que existen 8,5 millones de españoles que reciben dosis
diarias de ibuprofeno superiores a las recomendadas y que sólo se
dispensan dosis de 400 mg para el 4,8 % de los casos de dolor
leve-moderado. Así pues, la próxima vez que tenga que acudir a la
farmacia para tratar su dolor, recuerde: ibuprofeno de 400 mg SÍ, 600 mg
NO.
Referencia científica:
Evaluación de diferentes dosis de ibuprofeno soluble y en comprimidos en el dolor dental posoperatorio
3. Aplicar alcohol y agua oxigenada para las heridas
Como explicaba con profundidad en un artículo sobre el agua oxigenada y el alcohol en las heridas,
una de las creencias más arraigadas de nuestra sociedad es la célebre
máxima y no menos típica frase de abuela: “Si escuece es que cura”. Es
muy típico que en nuestro país se utilicen ambas sustancias en las
heridas sangrantes con la intención de limpiarlas y eliminar los
gérmenes presentes en ellas. Y si “escuece” es que está haciendo su
efecto beneficioso.
Desgraciadamente,
el agua oxigenada y el alcohol no son buenos antisépticos
aunque sean buenos desinfectantes. Es decir, si se aplica alguna de
estas sustancias a una mesa o en la superficie de la piel, por ejemplo,
ejercen una relativamente buena acción a la hora de desinfectar (matar a
microorganismos). Pero a la hora de aplicarlos a las heridas la
historia cambia porque los tejidos vivos inactivan parte de su acción.
Además, no sólo dejan mucho que desear como antisépticos, también
agreden a los tejidos de la herida, dificultando la cicatrización e, incluso, favoreciendo indirectamente la infección al matar a las células blancas.
Por
todo ello, la mejor actuación ante una herida es la limpieza con agua
abundante y jabón, retirando cualquier elemento extraño que se encuentre
en ella. Tras este paso, hay que
aplicar antisépticos más eficaces y respetuosos con los tejidos vivos como la povidona yodada (más conocida como Betadine pero actualmente ya se desaconseja y dedicaremos un tema del blog a ella) o
la clorhexidina.
Según en dónde esté situada la herida y el riesgo de contaminación
puede ser conveniente taparla con una gasa o tirita. Es lo que haríamos,
por ejemplo, si la herida se situase en el pie. Aunque eso conllevaría
que la reparación de la herida fuera un poco más lenta.
Referencia científica:
Povidona yodada y clorhexidina en las heridas
4. Usar el andador o tacatá para los bebés
¿Cuál es el mejor andador para un bebé? El que no se usa, como afirma de forma tajante la Asociación Española de Pediatría.
No existe para el bebé objeto más sumamente inútil, estúpido y peligroso que un andador. Las razones detrás estas rotundas afirmaciones no lo son menos:
Porque
cuadriplican el riesgo de caída por una escalera, duplican el riesgo de
fractura por caída por una escalera y además adelantan la edad de caída
por una escalera de los doce a los ocho meses. También aumentan el
riesgo de quemaduras y de intoxicaciones.
Y no es
sólo la Asociación Española de Pediatría quién se ha pronunciado al
respecto. En Estados Unidos, en el año 2001, la Academia Americana de
Pediatría realizó un artículo sobre los andadores que no dejaba indiferente a nadie que tuviera niños:
Se
estimó que en 1999, 8.800 bebés menores de 15 meses habían sido
atendidos en urgencias por lesiones asociadas a los andadores. Se
informaron de 34 muertes de bebés por la utilización de andadores entre
1973 y 1998. La mayoría de las lesiones ocurrieron por caídas por las
escaleras y las lesiones en la cabeza fueron frecuentes.
Pero
lo más sangrante del caso de los andadores es que no sirven para
absolutamente nada. No ayudan a los bebés a caminar, al contrario,
pueden retrasar el normal desarrollo motor y mental.
Además, las estrategias realizadas para reducir el riesgo asociado a
los tacatás (como vallas frente a las escaleras) han sido insuficientes
para prevenir las lesiones en los bebés.
Por todo eso y mucho más,
la Academia Americana de Pediatría realizó una petición pública de
prohibición de los andadores en Estados Unidos, aunque dicha petición no
llegó a obtener sus frutos. Aún así, países como Canadá prohibieron su
uso desde el año 2004 y no se andan precisamente con chiquitas: la
posesión de un andador para bebés puede suponer penas de
100.000 dólares o seis meses de cárcel. Tampoco sería de extrañar que en
un futuro no muy lejano la venta de andadores o tacatás se prohibiera
en Europa y Estados Unidos.
Referencia científica:
Lesiones asociadas a los andadores de bebés
5. Aplicar vaselina, mantequilla, claras de huevo o pasta de dientes a las quemaduras
Se
sorprenderían de la cantidad de remedios caseros de lo más extraños que
se utilizan para tratar las quemaduras sin el más mínimo respaldo
detrás (podría hacerse todo un estudio antropológico sobre el tema).
Como caso más conocido, tenemos el cansino email en cadena que circula
periódicamente alabando las bondades de las claras de huevo para las quemaduras, pero hay muchos más. En Nigeria, por ejemplo, son más originales y utilizan aceite de motor para las quemaduras.
¿Por
qué se desaconseja utilizar estos potingues de andar por casa para el
tratamiento de las quemaduras? Porque hacen mucho mal y ningún bien. En
concreto, la mantequilla y las claras de huevo contienen nutrientes
ricos (y con fundamento) para muchos microorganismos, por lo que
aplicarlo a quemaduras significa crear un caldo de cultivo ideal para
ellos, favoreciendo la infección.
Además, la aplicación de
vaselina, mantequilla, claras de huevo y pasta de dientes dificulta la
limpieza periódica de la quemadura y puede crear un ambiente sin oxígeno
(anaeróbico) que puede llevar a infecciones más peligrosas. Como
añadido, la pasta de dientes puede contener sustancias que irriten los
tejidos de la quemadura, empeorando su estado. En general, todos estos
potingues sólo sirven para dificultar la correcta reparación de las
quemaduras. La actuación recomendada es
aplicar a la quemadura agua corriente fría durante varios minutos (hasta que se note cierto alivio del dolor) y
tapar la zona con gasa estéril para evitar infecciones. Si la quemadura es grave, profunda o de extensión notable es recomendable acudir raudo y veloz a urgencias.
Referencia científica:
Una revisión sobre tratamientos de primeros auxilios para quemaduras
6. Usar cepillos de dientes de cerdas duras
Algunas
personas creen que cepillarse los dientes con cerdas duras es más
efectivo porque así “arranca” mejor la suciedad de los dientes,
protegiéndolos mejor. La realidad, no obstante, es bien diferente.
Los
cepillos de dientes de cerdas duras apenas limpian mejor y pueden dañar
el esmalte de los dientes y provocar sangrado e inflamación de las
encías. Sólo se recomienda la utilización de este tipo de cepillos de dientes para las dentaduras postizas.
El
cepillo de dientes recomendado para la población general debe ser de
cerdas suaves y blandas, que no agreden a los dientes ni las encías y
limpian bien la boca.
Referencia científica:
Eficacia de limpieza y trauma de tejido blando después del uso de cepillos de dientes manuales con diferentes durezas de cerdas
7. Tomar bicarbonato para la acidez
La tradición de tomar bicarbonato sódico contra la acidez o pirosis
se remonta a hace mucho tiempo. En su día, cuando no disponíamos del
arsenal terapéutico que tenemos en la actualidad para combatir la
acidez, tomar bicarbonato podía ser una buena idea (siempre dentro de
ciertos límites). Sin embargo, recomendarlo ahora para la acidez es como
recomendar a alguien que tome una infusión de manzanilla para su dolor
moderado de espalda, existiendo el ibuprofeno. ¿Para qué recomendar algo
menos eficaz de lo que ya hay? Además, en el caso del bicarbonato,
posee más riesgos que los tratamientos equivalentes modernos.
Las
razones por las que se desaconseja el uso de bicarbonato sódico (y
también el carbonato cálcico) contra la acidez, en favor de otras
opciones, son varias. La primera es que produce el llamado efecto rebote
cuando se consume durante un largo intervalo de tiempo:
el estómago se acidifica más para compensar la neutralización de la acidez
conseguida por el bicarbonato (que es una sustancia básica). Lo que
provoca justo aquello que queríamos evitar. Además, la duración de su
efecto es corta.
Por otro lado, el bicarbonato sódico se absorbe por el tracto digestivo y pasa a sangre,
pudiendo provocar efectos secundarios sistémicos como una alcalosis metabólica (la sangre se hace más básica de lo que debería), además de aumentar la tensión arterial y facilitar la retención de líquidos.
Por
tanto, para ocasiones puntuales de acidez, el tratamiento de elección
es la combinación de sales y/o complejos de aluminio y magnesio. El más
utilizado en estos casos es el almagato (que muchas personas conocen
como Almax), una pena que ya no lo cubra la Seguridad Social desde el
último medicamentazo. Si la acidez es más seria y frecuente se
recomienda la visita al médico para que valore la utilización de otros
tratamientos más adecuados.
Referencia científica:
Guía farmacoterapéutica de Atención Primaria
8. Usar bastoncillos para limpiar los oídos
Para
algunas personas, evitar el uso de bastoncillos para limpiar los oídos
puede resultar superior a sus fuerzas, como si existiera una
irresistible tentación a hacerlo. Sin embargo,
este acto es totalmente innecesario ya que
el oído es un órgano que está preparado para limpiarse por sí mismo. La cera que se produce en su interior va siendo expulsada lentamente hacia el exterior con el tiempo gracias a los cilios.
Al aplicar un bastoncillo al oído no sólo nos arriesgamos a empujar hacia el interior la cera (haciendo más difícil su eliminación), también (si vamos más allá)
se presenta la posibilidad de perforar el tímpano.
De hecho, existen algunos casos documentados de graves complicaciones
por la utilización de bastoncillos. El más grave y recientemente
documentado ocurrió en Canadá en el año 2007. Un hombre de 43 años
llamado Daniel St-Pierre murió de una meningitis
como consecuencia de una otitis bacteriana que se produjo cuando
perforó accidentalmente el tímpano con un bastoncillo. Sí, es un caso
extremo y rocambolesco, pero nos da una idea de lo que pueda llegar a
ocurrir.
Por todo ello, no es nada recomendable la utilización de
bastoncillos para limpiar los oídos, aún en las personas que pueden
presentar cierta propensión a formar tapones de cera. Si este fuera el
caso (se suele notar porque se oye bastante peor en el oído taponado),
la actuación ideal es acudir al médico o a la enfermera para que le
retire con cuidado el tapón o le indique algún tratamiento para
eliminarlo.
En realidad, los bastoncillos sí que tienen cierta
utilidad y es la de limpiar el interior de la oreja. Todo lo que sea
meterse hacia el oído está estrictamente desaconsejado. Como dicen con
frecuencia los médicos anglosajones: Nunca te metas en el oído algo más pequeño que el codo.
Referencia científica:
Los bastoncillos y la limpieza de los oídos
9. Tomar vitamina C para prevenir o tratar resfriados o gripes
Con
cada epidemia invernal de gripes y resfriados, aparece en la pequeña
pantalla diversos medicamentos promocionándose con su destacada vitamina
C en la parrilla publicitaria. Esta estrategia de marketing, sin
embargo, no está avalada por las
decenas de estudios científicos que cuestionan el supuesto beneficio de la vitamina C
para prevenir o tratar estas infecciones víricas en circunstancias y
personas normales. Su único y discutido posible beneficio es un ligero
acortamiento en la duración de los síntomas.
El premio Nobel Linus Pauling,
defensor acérrimo e incondicional de la vitamina C, fue quién mitificó
sus beneficios sin ningún respaldo científico y estas creencias se
fueron extendiendo incluso entre los médicos. Por suerte, ahora sabemos
más y si lo que queremos es aliviar los síntomas de una gripe o un
resfriado lo mejor es
recurrir a tratamientos sintomáticos de eficacia demostrada como el ibuprofeno o el paracetamol y así aguantar mejor el tirón.
Referencia científica:
Vitamina C para prevenir y tratar el resfriado común
10. Poner algo en la boca para proteger la lengua durante una convulsión
En el año 2007, una reveladora encuesta a más de 4.000 personas dejó al descubierto muchos mitos sobre la epilepsia.
Entre todos ellos destacaba una práctica de salud totalmente errónea y
preocupante: un tercio de los encuestados respondieron que, ante un
ataque epiléptico, deberían poner algo en la boca para evitar que se
“tragara la lengua”. Este mito también está bastante presente en España y
es vital informar sobre las consecuencias de realizar esta peligrosa
práctica.
NUNCA debe ponerse algo en la boca de alguien que está
sufriendo una convulsión. ¿Por qué? Por multitud de razones: Primero,
porque el objeto podría desplazarse y obstruir la vía aérea, asfixiando a la persona. Segundo, el objeto que se introduce en la boca podría lesionar las encías o destrozar los dientes de la persona que convulsiona (especialmente
si es un objeto duro). Tercero, al tratar la persona de introducir un
objeto en la boca, puede lesionarse los dedos si la persona le muerde
durante el proceso. Pero es que, además, es imposible que una persona pueda tragarse la lengua. En todo caso lo que sí que podría es mordérsela, pero introducir algo en la boca difícilmente lo evitaría.
La mejor actuación ante una convulsión es dejar a la persona acostada de lado para favorecer la salida de saliva de la boca,
proteger la cabeza con alguna almohada o algo blando para evitar daños
en el cráneo y retirar cualquier mueble u objeto duro alrededor para
evitar que se golpee. Sólo solicitar ayuda médica urgente si (en el caso de una convulsión tónico-clónica):
-La convulsión dura más de 5 minutos
-Es la primera vez que convulsiona esa persona
-Se suceden varias convulsiones en el tiempo sin que el sujeto recobre la consciencia
-La persona se lesiona durante la convulsión u ocurre cualquier otra cosa que le sugiere que es necesario acudir al médico
Referencia científica: Mitos de la epilepsia: vivos y espumeantes en el siglo XXI.
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